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El productor y director Eric Steel colocó varias cámaras en puntos estratégicos del Golden Gate y registró 19 de los 24 suicidios ocurridos en el famoso puente a lo largo de un año. Con ese material, en 2006 estrenó el documental The Bridge, que comenzó a ser distribuido en DVD y reanudó el debate: ¿Es ético grabar a suicidas deambulando por el puente antes de saltar?



Desde hace meses, ciertos foros de Internet andan debatiendo sobre las implicaciones morales de un documental dirigido por el hasta ahora productor Eric Steel. Se trata de The Bridge (2006), un filme donde se muestran los suicidios reales de personas que decidieron quitarse la vida saltando desde el puente Golden Gate (San Francisco, California), el lugar del mundo donde más seres humanos han atentado contra sí mismos. Desde su construcción en 1937 hasta el 2006, se han registrado 1.200 precipitaciones desde sus 70 metros de altura. Quienes saltan alcanzan una velocidad de 120 km por hora, y tardan entre 4 y 7 segundos en impactar contra el agua. Es la otra cara de un monumento arquitectónico de innegable belleza.

Eric Steel –productor ejecutivo de Las cenizas de Angela (1999) que dirigió Alan Parker, entre otras películas– decidió arrancar este proyecto cuando leyó el reportaje Jumpers, publicado en The New Yorker en 2003, donde el periodista Tad Friend se hacía eco del poder magnético que el Golden Gate ejercía sobre los individuos con trastornos del alma. Desde que leyó el artículo, Steel no pudo quitarse de la cabeza ese cuadro de Pieter Brueghel, Paisaje con la caída de Ícaro, en cuya esquina inferior derecha se divisa, no sin esfuerzo, un cuerpo adentrándose en el agua. Dicha imagen se superpuso al artículo, hasta obsesionar al director.

Y el resultado de tal obsesión es un documental para el cual Steel colocó varias cámaras en puntos estratégicos del puente, y rodó cientos de horas para captar 19 de los 24 suicidios cometidos a lo largo de un año. "Estaba convencido de que, si veía suficientes casos, sería capaz de grabar la manifestación exterior de los demonios interiores que todos llevamos dentro", asegura Steel.

Lógicamente, The Bridge no es apta para espectadores sensibles. El director entremezcla secuencias donde muestra la belleza del puente, así como del paisaje que lo envuelve, con escenas donde aparecen transeúntes que, en vez de tomar fotos como el resto de turistas, pasean erráticos junto a la barandilla. Hasta que actúan. Porque de pronto alguien salta el pasamanos, se coloca sobre el alféizar del puente y, casi sin darnos tiempo a reaccionar, se precipita. Después, el sonido de su cuerpo contra el agua.

Pero Steel no se limita a mostrarnos la cara más cruda de la muerte. El quiere entender. Quiere "rodar una película sobre el alma humana en crisis, una película que muestre pero que no juzgue. Quiero abrir los ojos de la gente".

Es por eso que también entrevista a los familiares y amigos de las personas cuyo suicidio grabó. Y este punto ha sido uno de los más polémicos. Porque dicen los críticos que Steel no informó a esos familiares de que tenía filmadas los suicidios de sus seres queridos, algo que el director niega al asegurar que todos los testimonios vieron sus grabaciones antes de participar.

Además, otras voces se han preguntado sobre el dilema ético que comporta el hecho de que, dado que grabó durante horas a algunos suicidas que deambularon por el puente antes de saltar –en especial hay un personaje, un rockero vestido de negro, a quien la cámara persigue durante mucho tiempo, y se convierte en el hilo argumental de la película–, Steel no llamara a las autoridades pidiendo que los salvaran. A esta acusación, el director respondió así: "Desde el principio entendimos que si alguien caminaba solo, con aspecto triste y mirando el río, debíamos filmarlo, pero esto no significaba que debiéramos llamar a la policía. Decidimos que sólo intervendríamos cuando alguien se descalzara, se sentara en el exterior de la barandilla o cuando realizara una acción así de obvia, ya que en esos casos evidentes sus vidas eran más importantes que nuestra película".

Polémicas al margen, The Bridge no sólo ha servido para que las autoridades estudien seriamente la posibilidad de instalar una barrera protectora en el puente –algo hasta ahora no han hecho por motivos estéticos–, sino que ha reactivado el debate sobre la sociedad en la que vivimos y sobre la ley del silencio que reina alrededor de un asunto, el del suicidio, que causa más muertes que los conflictos bélicos, el sida y los accidentes de tráfico juntos.

Además, el documental abre una vía de reflexión sobre la atracción que ejercen ciertos lugares. "Una de las cosas más extrañas del Golden Gate es que la gente se suicida a plena luz del día y delante de un montón de gente, cuando lo habitual es que los suicidios tengan lugar en la intimidad. ¿Quiere esa gente ser vista? ¿Por qué?", se pregunta el director.

Pero quizá la reflexión más importante sea la que suscita ese suicida fracasado que, tras ser socorrido por una foca, se planta delante de la cámara para reconocer que no entiende por qué lo hizo y que ahora, cuando la vida le ha dado una segunda oportunidad, cree tener un alma nueva. Porque este personaje ratifica lo que la psiquiatría viene diciendo desde hace años: el suicidio es un acto impulsivo del que se arrepienten todos los que fracasaron. La lástima es que haya demasiada gente que no puede arrepentirse.

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