Blogger Template by Blogcrowds.


Una película es siempre un paseo por las emociones. Desde el cine mudo al cinemascope, pasando por la digitalización hasta el 3D, la técnica simplemente ha sido un complemento para la recreación de los sueños. Aunque a veces el mensaje, como sucede en películas como Tiempos modernos (1936) de Charlie Chaplin, sobrevive incluso al comunismo. Pero, también es cierto que el cine se ha convertido en una gran industria que consume recursos a raudales. La cuestión es si el mensaje, el entretenimiento, la creación y la liberación justifican su existencia. Y la respuesta no es fácil, pero ¿qué hacer cuando la realidad supera la ficción?. James Cameron (1954) cineasta canadiense ha invertido más de 300 millones de dólares en su nueva película 3D, Avatar, la más cara jamás producida. Aquí surge el dilema si en una sección de cine ecológico comentar esta película es de recibo. Y la verdad, es que las dudas no son baladíes, pero también es cierto que esta montaña rusa cinematográfica titulada Avatar (la encarnación terrestre de un dios, para los hinduistas), es un relato con tintes que quizás merece dejarnos seducir por su magia de trasfondo ecologista.

Avatar es ante todo una historia de amor y de liberación en la que puede verse como un puñado de nativos plenamente integrados en su entorno natural se lanzan a luchar por librarse del expolio de la ambición sin límites de una corporación minera de humanos (la nuestra en el fondo) dispuestos a la más brutal depredación de la naturaleza. La historia en este sentido no es nueva lamentablemente. Los pueblos indígenas del planeta Tierra son a diario expoliados con extrema violencia por estar ubicados en territorios llenos de petróleo, minerales estratégicos o simplemente bosques que hay que reducir a metros cúbicos de madera primero y después convertir en pasto para hacer crecer piensos para engordar las hamburguesas que tan a gusto nos comemos. Avatar, es también la épica lucha de los nativos del planeta indígena de Pandora sometido a una corporación que para defender su expolio no duda en utilizar una avanzada tecnología biotecnológica.

El protagonista, Jake, sin ser muy consciente realiza pues un viaje casi iniciático de descubrimiento del verdadero Edén, pero en el que hay que luchar día a día para sobrevivir, pero también ser agradecido por todo lo que se recibe de la naturaleza. Y Neytiri, la indígena Na’vi que se lo descubrirá, le recuerda que no hay paraíso sin esfuerzo. El amor, esta fuerza que pasa por descubrir al otro y dejar que te enseñen a la vez que compartir, es el núcleo de esta larga aventura a la que hay que ponerse las gafas 3D. Avatar es más que nada la historia del descubrimiento entre una alienígena y un humano biotransformado para que sea un caballo de troya que acabe con los alienígenas y deje fluir los recursos naturales que hay que dejar fluir para el “bienestar de los conquistadores”. A lo largo de todo el film que mantiene tenso al espectador durante 150 minutos está lleno de guiños a la importancia de conservar y proteger nuestro entorno. Hay detalles bien significativos como que los Na'vi al montar a sus animales terrestres o alados se conectan con ellos a través de sus pelos.

Avatar (2009), se convertirá en una película que seguro marcará un antes y después para la industria cinematográfica merced al despliegue tecnológico en la filmación de todas las escenas y su puesta en 3D. Pero, en plena crisis ambiental del siglo XXI, este film es también un buen ejemplo de refundación del cine fantástico a favor de causas justas. Y esto en si mismo, ya tiene un cierto valor, dada la escasez de compromiso vital que caracteriza nuestra sociedad materialista, aunque se presente con un dispendio de tal magnitud y alarde tecnológico digital. Los nativos de Pandora, luchan de forma desigual contra unos humanos malos y brutos como los hay por todos los continentes en la captura de recursos minerales y energéticos estratégicos. Porqué uno ve Diamantes de Sangre (2006) y Avatar se le parece aun siendo géneros y realidades diferentes.


La ciencia ficción es un género literario que casi nunca acierta. 2001, odisea en el espacio (1968) nos auguraba tres décadas más tarde que estaríamos camino a Júpiter y con estaciones orbitales cuando a penas podemos mantener una estación espacial, el sentido de la cual es más que discutible. Pero también es cierto, que la ciencia ficción ha sido capaz de estimular nuestra imaginación y a veces ponernos en alerta. Matrix (1999) es una severa advertencia sobre la manipulación de nuestra mente. Avatar es una película realizada para sorprender, con la firma de un James Cameron siempre comprometido con el séptimo arte y, probablemente, como sucedió con La Guerra de las Galaxias (1977) marcar una tendencia.

Probablemente, Avatar debería estar fuera de comentarios de un portal comprometido que prefiere a Dersu Uzala (1975) o a documentales como la integral de Planeta Tierra (2008) en 5 DVD. Pero, este espectáculo de cine fantástico es también una alegoría de algo que nos importa y es la necesidad de vivir más conectados a la naturaleza y respetar a los pueblos indígenas como los mapuches, los yanomamis u otros centenares de ellos que malviven a pesar de su armoniosa relación con la naturaleza que les hemos arrebatado para convertir en codiciados objetos de consumo.

Avatar, no tiene ni por asomo el contenido ideológico de Donde sueñan las hormigas verdes (1984) de Werner Herzog, pero probablemente, es una buena metáfora para advertirnos sobre la importancia de respetar la armonía que no nos pertenece y menos para destruirla para que los recursos sigan fluyendo para engrosar el crecimiento económico de unos pocos. No es Avatar una película de complejidad moral ni mucho menos, pues es esencialmente, un filme sometido al más estricto cánon del cine de aventuras, con malos muy malos y buenos de noble corazón. Y es este contraste, sin embargo, tan plano, el que nos permite una lectura no exenta de una cierta elevación moral a quien se deje seducir por estos indígenas medio digitalizados de 2,5 m de color azul cuyo planeta es una alarde de imaginación biológica.

Avatar es una metáfora de la necesidad de interconexión biológica y cultural para sobrevivir al futuro. Y en este sentido justifica su presencia en esta web, más allá de que Cameron sea un avispado cineasta que tras Terminator (1984) o Titanic (1997) ha invertido una indecente cifra monetaria en un proyecto de más de 4 años de su vida en el que ha innovado tecnológicamente hasta probablemente cambiar el futuro del cine y quizás conquistar un alud de estatuíllas. Pero, más allá del mundo del séptimo arte también hay dos mil millones de personas que padecen hambre en el planeta Tierra y que nunca podrán ver Avatar. Así que, a los privilegiados que podemos disfrutar de este espectáculo imaginativo, emocional y trepidante que es Avatar deberíamos no dejar escapar la esencia del filme que lleva a los Na'vi a una lucha desigual por defender su naturaleza. En este sentido, creemos que es justificable su mención en esta sección.

Lo sostenible de verdad sería que no viviéramos de una forma más austera sin necesitar tres planetas para llevar el nivel de vida que disfrutamos los que podemos ver Avatar y quedarnos sin aliento durante dos horas y media. Ojalá Avatar sea también más que una emoción gozosa en 3D (que bien vale los 10 € que cuesta la entrada) como nunca antes el cine nos ha ofrecido a nosotros, los privilegiados. Pues este privilegio debería ser también un estímulo para definitivamente cambiar. Porque Pandora puede sobrevivir en el celuloide, pero la Tierra está por ver si lo hará en la realidad si seguimos como hasta ahora, unos y otros expoliándola sin contemplación. (Terra)

0 comentarios:

Entrada más reciente Entrada antigua Inicio